18/6/81
TRANSFUSIÓN (Final versión Lidia)
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Salí y busqué la mano de Mariela.
No había nadie. Me dolía la cabeza, estaba mareada. Caminé media cuadra e iba a
entrar al edificio de la esquina pero dudé. Creí escuchar a Mariela: ¨¿Qué
hacés? No es acá. La escuela es en la otra cuadra, apurate que es tarde¨. La
miré. Otra vez nadie. Seguí caminando casi arrastrada por su fuerza. Crucé. De
nuevo Mariela: ¨Mirá, ese es el vestido que quiero¨. El mismo que me enseñó
ayer. Estos chicos… Un espejo entre la ropa me devolvió mi imagen. No sé por
qué me desconcertó. Como cuando una recién se corta el pelo y no se reconoce en
su reflejo. Quedé paralizada. Fue un segundo. Me acomodé con la mano mi lacio
pelo negro y pensé que este shampoo
nuevo es bárbaro. Impresiona ver cómo me reluce el cabello. Sacudí la cabeza y
recuperé mi dimensión Sí, ya me acordaba del titubeo en la esquina. El
Instituto, la visita de Diana. Cuántos años. Y me pareció como si Mariela
siguiera insistiendo: ¨ Mirá, mamá, ese vestido es el que quiero¨.
TRANFUSIÓN (Final versión Marcelo)
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Salí y tomé a Mariela de la mano.
Me dolía la cabeza, estaba mareada. Caminé media cuadra e iba a entrar en el
edificio de la esquina pero dudé. Escuché a Mariela: ¨¿Qué hacés?, el club es
en la otra cuadra; apurate que es tarde¨. La miré, me deslumbré como siempre de
sus rizos rubios y seguí caminando casi arrastrada por su fuerza. Crucé. Otra
vez creí oír a Mariela: ¨Mirá, ese es el vestido que quiero¨. Me asomé a la vidriera
y vi el vestido. El mismo que me enseñó ayer. Estos chicos… Un espejo en la
vidriera me devolvió mi imagen. No sé por qué me desconcertó. Como cuando una
recién se corta el pelo y no se reconoce en su reflejo. Quedé paralizada. Fue
un segundo. Sacudí la cabeza y recuperé mi dimensión Sí, ya me acordaba del
titubeo en la esquina. El Instituto, el encuentro con Alejandra. Cuántos años.
Mariela seguirá insistiendo: ¨ Mirá, mamá, ese vestido es el que quiero¨.
TRANSFUSIÓN (Final versión
definitiva)
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Salí del bar y tomé la mano de
Mariela. Me dolía la cabeza, estaba mareada. Caminé media cuadra e iba a entrar
al Instituto pero titubeé. Escuché a Mariela: ¨¿Qué hacés?, el club es en la
otra cuadra; apurate que es tarde¨. Obedecí
y seguí como arrastrada por su fuerza.
Crucé. Otra vez Mariela: ¨Mirá, Alejandra, ese es el vestido que quiero¨. Me
asomo a la vidriera. Un espejo entre la
ropa me devuelve mi imagen al lado de la de la nena. Un sol de hermosa.
Demasiado. Me duele el cuerpo de ganas de abrazarla. Giro y cierro los ojos
(¨Si los catetos son iguales…¨). Mariela, de espaldas a mí repite: ¨ Mirá,
mamá, ese vestido quiero¨. Se abraza a mi cintura. ¨¿Te gusta, mamá?¨ Por un
momento las manos llenas. Gracias, Diana. Gracias, Mariela. Abro los ojos. La
nena me pregunta: ¨¿Te gusta, Alejandra?¨
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