lunes, 31 de agosto de 2015

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22/12/81
Querida hermana:
Ayer fue la última reunión del año del taller literario. A la salida fuimos todos a cenar. Estuve charlando mucho con Castro. En realidad fue él quien estuvo charlando conmigo. Me comentó que fuera pensando en publicar. Que cuando uno escribe siempre tiene que tener en mira ese objetivo. Me sugirió que aprovechara el verano, las vacaciones, para rever todo el material acumulado, para corregirlo exhaustivamente. Que me tomara las cosas con calma pero con firmeza. Otra sugerencia: leer a Onetti. Según él ¨incentiva¨. Un ofrecimiento: un encuentro en marzo para analizar juntos lo reunido. Segundo ofrecimiento: su teléfono personal por si antes de marzo considero necesario verlo. Tercero: conectarme con una editorial.
Yo estaba paralizada. La historia se repite. El mandato de publicar justo en el momento en que soy absolutamente incapaz de escribir una línea. La sensación constante de que hay un error, de que se equivocaron con la elección del interlocutor. La certeza de mi capacidad de engañar, de generar expectativas pero de no poder satisfacerlas. ¿Cuántas novelas se creerá este hombre que tengo guardadas en el desván? Mi único deseo era que la conversación terminara lo antes posible y desaparecer.
Se acercan las fiestas, hermana, y este año no estaremos juntas. Se acercan las fiestas y se agolpan los conflictos de siempre. Al si mamá o papá se suma el Luis-o-no. Todavía no decidimos qué hacer. Él quiere irse a Rosario como todos los años. Me propuso acompañarlo y el solo hecho de su ofrecimiento me salvó diciembre. Me muero por ir  pero no me autorizo a dejarla sola a mamá. En consecuencia, estoy tan rabiosa con ella que hace más de tres días que ni la llamo por teléfono. Me voy a quedar: pesa más mi pasado que mi futuro. Hiciste bien en irte, es la única forma de que los demás se arreglen sin nuestra presencia. Aunque sé que tampoco me hubiera permitido irme.
Recibí carta de Adriana. Está embarazada. No lo buscaron pero están contentísimos. Te comento que la noticia no me resbaló. Es más: la tengo tan pegada que no puedo deshacerme de ella. Y crece en mí una sensación confundible con la envidia que confirma mi necesidad de sentirme ocupada. Hace días que me acompaña la percepción de un espacio vacío dentro de mí. No sé cómo explicártelo. Cuando le comenté la noticia a Luis su primera reacción fue decir que estaban locos. Yo monté en cólera. ¨¿Un hombre y una mujer que se quieren y deciden tener un hijo están locos?¨, casi le grité. Luis se refirió a la situación de estar en otro país, sin trabajo estable, sin saber qué van a hacer cuando tengan que regresar. Menos mal que no dijo ¨sin estar casados¨ porque lo mataba. Me puse furiosa. Obviamente no por Adriana sino por mí, por nosotros. Siento la necesidad biológica de tener un hijo. Con Luis, por supuesto, no puedo hablar del tema. Me doy cuenta de lo irracional de mi necesidad pero existe y cada vez me está invadiendo más. Si yo supiera que estabilizar mi relación con Luis es una cuestión de tiempo quizá tuviera paciencia, pero nuestras cosas no se desarrollan linealmente, son imprevisibles.
Otro tema: vacaciones. Fiestas, vacaciones, todos ítems que ponen a prueba la consistencia de nuestra pareja. Lo que para la mayor parte de la gente está implícito en el título de la asociación, para nosotros debe ser replanteado en cada caso. Hoy no estoy de muy buen ánimo, supongo que te darás cuenta. Es más: si lo tuviera a Luis delante encontraría un buen motivo, lejano al real, por supuesto, para discutir.
¿Te enteraste del nuevo presidente? Es destacable la posibilidad de superación que tienen estos militares. Porque creo que Galtieri es aún peor que Viola. En fin. Sin palabras.
Buenas fiestas para vos y para John, hermana. Y ojo que en diciembre del 82 quiero verte por acá. Definitivamente. Mirá que se me está acabando la paciencia. También con vos.
Muchísimos besos para hoy, para el 24 y para el 31.
Te quiere tu hermana

                             Laura

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