17/5/82
Claudia
querida:
Aquí
estoy, tratando de hacerme cargo de las decisiones que he tomado. Como podía
preverse reiniciamos nuestras relaciones. La primera vez estuve casi
paralizada, pendiente de lo que él iba a hacer. Acabó afuera. No hubo comentarios
al respecto. Como si hubiera sido nuestra costumbre. En las subsiguientes se
repitió la historia salvo un día, también sin comentarios, en que pareció
olvidar la consigna, que, sin embargo, retomó la próxima vez. Estoy muy
movilizada con el tema. Comienzo a sentirme muy mal. Tengo miedo de que todo
esto se vuelva en mi contra y que empiecen a resquebrajarse otras cosas
nuestras. Hay momentos en que casi decido volverme atrás, pero todavía sigo en
lucha.
El
sábado vinieron mis ¨suegros¨ a cenar para festejar el cumpleaños de Luis. Con
velitas y todo. En algo vamos progresando.
Otro
aspecto de mi vida: llevé al taller el último cuento que había presentado en lo
de Castro. Supuestamente considerado muy bueno. Lo leí. Fue bien aceptado salvo
el final. Pese a mis resistencias fue violentamente discutido y calificado
(para ser gráfica) de estúpido. Yo no podía decir que el cuento ya había sido
analizado y aceptado. Así que sentía que la furia me crecía por dentro. Creo
que no me resulta muy fácil admitir las críticas, ¿qué opinás? Apreté los
dientes, refrené mi cólera e intenté escuchar lo que se me decía.
A
la semana siguiente leí el cuento con el final levemente cambiado pero no en lo
sustancial. Arreciaron las críticas. Casi me levanto y me voy. Se leyó un cuento
intrascendente pero prolijamente escrito. Todos contentos.
Volví
a casa queriendo tirar paredes. Pero de nuevo me senté birome en mano y rehíce
el final. Pude cambiarlo. En el fondo no sabía si me estaba traicionando a mí
misma con el objetivo de ser aceptada. En la próxima reunión lo presenté y lo
que arreciaron fueron los aplausos. Les había dado el gusto. Lo extraño es que
igual estaba rabiosa, aunque, mirándolo con objetividad, el cuento de ¨ellos¨
era mejor que el ¨mío¨. Siempre se me plantea el mismo cuestionamiento. Cuando
escucho opiniones, lo que escribo, ¿sigue siendo legítimamente mío?
Me
pedís (y no es la primera vez) que te deje leer algo. No sé por qué pero
todavía no quiero que nadie conocido vea lo que escribo. A lo mejor porque
mucho de lo contado no es ajeno a mi historia, a la historia de quienes me
rodean, a la historia de los que quiero. Me sentiría en descubierto. Cuando
llegue el momento será cuestión de disimular los personajes y de camuflar las
situaciones. ¿Podré?
Estoy
aterrada por lo de Malvinas. Cada pibe que muere de uno u otro lado me
desespera. Lo del General Belgrano fue indescriptible. ¡Qué Argentina
esta! No sabés lo que es escuchar los comunicados
por la radio. Se me hiela la sangre. Parece que uno estuviera viendo una
película de la Guerra Mundial.
Mamá
sigue quejándose de tu falta de noticias. Creo que se está poniendo celosa de
que yo sea tu destinataria favorita. ¿Acaso no fui siempre tu hermanita
preferida? En el fondo me encanta.
Chau,
hermana. Hasta pronto.
Laura
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