viernes, 18 de septiembre de 2015

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17/5/82
Claudia querida:
Aquí estoy, tratando de hacerme cargo de las decisiones que he tomado. Como podía preverse reiniciamos nuestras relaciones. La primera vez estuve casi paralizada, pendiente de lo que él iba a hacer. Acabó afuera. No hubo comentarios al respecto. Como si hubiera sido nuestra costumbre. En las subsiguientes se repitió la historia salvo un día, también sin comentarios, en que pareció olvidar la consigna, que, sin embargo, retomó la próxima vez. Estoy muy movilizada con el tema. Comienzo a sentirme muy mal. Tengo miedo de que todo esto se vuelva en mi contra y que empiecen a resquebrajarse otras cosas nuestras. Hay momentos en que casi decido volverme atrás, pero todavía sigo en lucha.
El sábado vinieron mis ¨suegros¨ a cenar para festejar el cumpleaños de Luis. Con velitas y todo. En algo vamos progresando.
Otro aspecto de mi vida: llevé al taller el último cuento que había presentado en lo de Castro. Supuestamente considerado muy bueno. Lo leí. Fue bien aceptado salvo el final. Pese a mis resistencias fue violentamente discutido y calificado (para ser gráfica) de estúpido. Yo no podía decir que el cuento ya había sido analizado y aceptado. Así que sentía que la furia me crecía por dentro. Creo que no me resulta muy fácil admitir las críticas, ¿qué opinás? Apreté los dientes, refrené mi cólera e intenté escuchar lo que se me decía.
A la semana siguiente leí el cuento con el final levemente cambiado pero no en lo sustancial. Arreciaron las críticas. Casi me levanto y me voy. Se leyó un cuento intrascendente pero prolijamente escrito. Todos contentos.
Volví a casa queriendo tirar paredes. Pero de nuevo me senté birome en mano y rehíce el final. Pude cambiarlo. En el fondo no sabía si me estaba traicionando a mí misma con el objetivo de ser aceptada. En la próxima reunión lo presenté y lo que arreciaron fueron los aplausos. Les había dado el gusto. Lo extraño es que igual estaba rabiosa, aunque, mirándolo con objetividad, el cuento de ¨ellos¨ era mejor que el ¨mío¨. Siempre se me plantea el mismo cuestionamiento. Cuando escucho opiniones, lo que escribo, ¿sigue siendo legítimamente mío?
Me pedís (y no es la primera vez) que te deje leer algo. No sé por qué pero todavía no quiero que nadie conocido vea lo que escribo. A lo mejor porque mucho de lo contado no es ajeno a mi historia, a la historia de quienes me rodean, a la historia de los que quiero. Me sentiría en descubierto. Cuando llegue el momento será cuestión de disimular los personajes y de camuflar las situaciones. ¿Podré?
Estoy aterrada por lo de Malvinas. Cada pibe que muere de uno u otro lado me desespera. Lo del General Belgrano fue indescriptible. ¡Qué Argentina esta!  No sabés lo que es escuchar los comunicados por la radio. Se me hiela la sangre. Parece que uno estuviera viendo una película de la Guerra Mundial.
Mamá sigue quejándose de tu falta de noticias. Creo que se está poniendo celosa de que yo sea tu destinataria favorita. ¿Acaso no fui siempre tu hermanita preferida? En el fondo me encanta.
Chau, hermana. Hasta pronto.

                                              Laura

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