viernes, 4 de septiembre de 2015

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12/2/82
Hermanita:
Aquí estoy escribiéndote a la sombra de un árbol. Por suerte pudimos alquilar la misma quinta, tan llena de lindos recuerdos.
La rutina es similar a la del año pasado. Luis sale a la mañana y regresa a la tardecita. El auto anda bastante mal así que cada vez que se demora me lo imagino parado en medio de la ruta.
Estoy con buenas posibilidades de disfrutar de este descanso. Desde que llegamos ya leí tres libros. Dos de Onetti, por supuesto, porque soy muy obediente. ¨La vida breve¨ (me lo regaló Luis para mi cumpleaños) me dejó muy impactada. Algo de razón debía de tener Castro.
Estuve revisando todo lo que tengo escrito. Quedé bastante sorprendida. Me impresionó el material correspondiente al 79, cuando iba al taller de Raúl Correa. Casi me asfixió leerlo. No me había dado cuenta hasta el momento de lo apretado de la escritura. De la economía de palabras, de la ausencia de nexos. Supongo que tenía todo a tanta presión adentro que cuanto pusiera que no fuera estrictamente necesario era considerado pecaminoso. Hubo cosas que a mí misma me costó entenderlas. Evidentemente no escribía para otro: escribía para sobrevivir. Me encontré, además, con mis pasadas angustias, tanto más pesadas que las actuales que igual me parecen pesadísimas. Me hizo bien el nivel de referencia. Revaloricé mi presente. Al mismo tiempo sentí que ya no puedo escribir nada. Tal vez no lo necesite.
Hay ciertas diferencias con el estado anímico de las vacaciones pasadas. Me tiro al sol, tejo, cocino y armo rompecabezas como antes. Pero la sensación es que el otro año mi cabeza también estaba relajada. Ahora no puedo dejar de estar atenta, expectante.
Sigo atacada con el tema hijo. Hace unos días intenté nuevamente sacar la conversación. Le pregunté a Luis si nunca fantaseaba con tener un hijo. Obtuve un rotundo no. Insistí mencionando un futuro lejano, en el cual yo no estuviera necesariamente involucrada. La respuesta de nuevo fue no. ¨¿Por qué?¨. ¨Porque no, porque no lo necesito¨. Lo grave es que yo sí lo necesito y soy consciente de lo lejano que está. Tal vez nunca, Luis por medio.
Sigo con el rito de la merienda. Gracias a eso me he transformado en una experta repostera y también gracias a eso hemos aumentado unos cuantos kilos cada uno. Al mediodía estoy tratando de no almorzar. Camino mucho y ando bastante en bicicleta, único medio de transporte para hacer las compras porque Luis se lleva el auto.
En líneas generales estoy contenta, pero parece que el ser humano es insaciable: más tenemos, más queremos. Qué no hubiera dado durante el tiempo que Luis se fue de casa para vivir un ratito de estos.  Pero como ahora está, mis aspiraciones, mis necesidades son otras. Crecen.
Un beso de los grandotes.

                                 Laura

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