18/3/82
Querida
Claudia:
Veo
que el tema del hijo tampoco es ajeno a tu historia. Evidentemente está
implícito en el hecho de ser mujer, casi independiente de la posibilidad real
de concretarlo. De todos modos, te veo bastante más encaminada que yo, más
cercano el objetivo. Por lo que me contás, lo que talla en tu caso, son los
inconvenientes externos no la falta de deseo de su parte. Y no es poca cosa. Al
menos eso legitimiza tus ganas aunque deban postergarse por tiempo
indeterminado.
Leí
en el diario que se inician los talleres de Castro. No puedo ir. Con qué cara
lo miraría si no escribo un cuento desde agosto. Capítulo cerrado.
Como
siempre las vacaciones me energizan y reemprendo el trabajo con más ganas.
Veremos cuánto me dura la polenta.
Ayer
fuimos a cenar a casa de los padres de Luis. La madre es muy cariñosa conmigo.
Parece que buscara a alguien con quien poder comunicarse. Ni el marido ni el
hijo demuestran ser interlocutores válidos. Creo que a Luis no le causan mucha
gracia sus intentos de acercamiento. Es difícil de llevar este muchacho. A
veces me admiro de mi paciencia pero luego reconozco que tiene innumerables
recursos para hacerse acreedor de mi amor. Adriana perdió el embarazo. Sin
causa todavía determinada. La noté bastante deprimida en su carta y no es para
menos, tanto más cuando ocurre a distancia de sus puntos afectivos de
referencia. No sé cómo soportaría yo una situación semejante. Creo que no
podría, pero evidentemente uno siempre puede más de lo que supone poder.
Tengo
ganas de charlar con vos, café de por medio. ¿Tan mal te tratamos que no
necesitás venir por estos pagos? Meditá al respecto.
Te
quiere mucho
Laura
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