1980
15/1/80
Querida
hermana:
Luis
reapareció. Ayer, cuando mi esperanza estaba sucumbiendo y mi autoestima había alcanzado
sus niveles más bajos, me llamó.
Le
pregunté cuándo había regresado (no puedo con mi genio controlador por más que
me lo proponga). Cando me contestó que el día 2, no supe si ponerme contenta
por el llamado o sufrir por los doce días
en que no necesitó hacerlo. Opté por lo primero que me resultaba más
útil.
A
la noche nos encontramos, nuevamente, en el centro. Fuimos a comer (no pizza
esta vez, además suspendí la dieta porque adelgacé un montón). Caminamos y
recorrimos librerías de viejo. Regresamos a casa. El ascensor andaba pero el resto
fue igual. Yo diría que aun mejor. Me doy cuenta de que hay cosas que me cuesta
contarte. O que no quiero contarte. Ni a vos ni a nadie. En fin, todo anduvo
bien. Se quedó a dormir. Esta mañana desayunamos juntos café y tostadas. Me
pareció un sueño. Quedó en llamarme, vamos progresando. Hasta confío en que lo
hará.
Vive
solo. Hace un par de meses que se separó de una piba, después de tres años de
convivencia. Me imagino que no debe de tener muchas ganas de comprometer su
libertad rápidamente. Será cuestión de actuar con cautela. Si es que me da la
oportunidad.
Mamá
está bien, pero yo mucho no la banco. No sé cómo hubiera hecho para seguir
viviendo con ella. Desde ese punto de vista, tu partida me sirvió. En todo lo
demás te aseguro que no. Te extraño.
Me
gustó tu carta. Se te escucha bien. No hay como tener un hombre al lado. Pero
digámoslo despacito para que no nos escuche nuestra propia porción feminista.
Me
tomo vacaciones en febrero. Todavía no decidí adónde ir. Ni con quién. Por
motivos obvios.
Que
siga la buena racha, hoy por las dos compartida.
Crucemos
los dedos.
Laura
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