Río de Janeiro, 17 de diciembre de 1979
Laura:
Muchas gracias por tu carta. Todos los artistas pasamos por
períodos de total o relativa inercia. A veces hasta es bueno que eso ocurra. No
te preocupes. Recuerda que pase lo que pase has escrito algunos (varios)
cuentos bellísimos, como lo es también ¨El día perfecto¨. Me gustó mucho, como
todos.
Si quieres, si te hiciera bien, puedes publicar un libro con
los que ya tienes acumulados. Quizás ello te dé alguna alegría.
No te exijo nada. Estate tranquila. No te exijo, pues ya
ERES. Me gusta mucho tu talento. No importa que lo materialices o no en una
obra ¨real¨. Aunque debes hacerlo –si lo deseas- si te hiciera bien. Total
libertad. Yo te acepto de todas formas, por conocerte.
Ahora añoro a mis alumnos argentinos, pues en general mis
alumnos brasileños de teatro y de talleres de escritores no son ni
responsables, ni leales, ni constantes. Pero esta tierra es tan bella que a
veces duele. A muchos tanta fuerza natural los aplasta y atonta…. Y el hechizo.
Durante dos meses Río no me dolió, sino que fue el ¨campo¨ de mis experimentos
mentales y espirituales que de golpe galoparon a alturas antes casi
inalcanzables en segundos, minutos, horas… ¿pocos días? en que me ocurrió todo
aquello que acostumbramos calificar de inverosímil.
Así también tuve que parar en mi búsqueda por diversos
motivos, hace ya mes y medio. Hasta momento más propicio.
Comprendo que la primavera llegó bella a Buenos Aires.
Entiendo también que su cielo gris de casi nueve meses de invierno (hoy
extrañamente nostálgicos y deseados) tiene una rara belleza. Lo tienen sus días
de azul perfecto y de brisa suave y dulce. Y lo tiene su río muchas veces leonado. Y
nuestra propia aparente dureza o frialdad e incomunicación esconde una pequeña
llama cálida y eterna, que hoy valoro mucho más que inútiles y fugaces explosiones.
Me duele toda Buenos Aires, hoy, por haberla perdido. Y Buenos Aires eres tú y
Alejandra, la del Parque Lezama. Argentina, la argentina. La Argentina. Plata.
Argento.
En pocos días viajo para Asunción, para el Paraguay, también
muy añorado. Viajo con Rodrigo, mi perro, ¿lo recuerdas? Te volveré a escribir
desde allí.
Felicidades de diciembre y de todo el TIEMPO para ti. Siento
tu mirada fija brillante. A veces tu
ceño se insinúa y tu mirada es más intensa –si es que puede tener aún más
intensidad.
Raúl
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