3/12/79
Querida
hermana:
Estoy
de lo más deprimida: ya van dos jueves que Luis no aparece por el taller. Dice
estar enfermo. No sé si creerlo. Me resulta más natural asimilar su ausencia a
mi repetida historia de abandonos. Podría haberme llamado por teléfono, tiene
mi número. Pero no lo hizo. Y, contrariando mis hábitos, yo tampoco lo llamé
para ver cómo estaba. Y pucha si me costó.
En
realidad nunca pasó nada entre nosotros. En consecuencia, no tengo nada para
reprocharle. Sí para desilusionarme.
Por
suerte a fin de mes debo rendir la materia que me quedó colgada para sacar la
matrícula: toxicología. Enganché con una excompañera para estudiar. Se me hace
más llevadero. Pedí licencia. Verónica se ocupará de lo imprescindible.
Mamá
recibió tu carta. Estaba contenta. Por la carta y por las noticias que traía.
Me la mostró. Hacía mucho que no leía una carta tuya dirigida a otra persona.
Qué extraño. No te reconocí. Hasta la letra me pareció diferente. Me gustás más
como hermana que como hija. Definitivamente.
Sigo
disfrutando del dibujo. Me alivia y vaya si lo necesito. Porque las letras se
me siguen resistiendo. O yo a ellas, no sé bien. Por momentos siento nuevamente
las ganas imperiosas de escribir, pero en cuanto me encuentro frente a una hoja
en blanco me paralizo. Mente en blanco también. ¿Si probara con papel de color?
Me
preocupa no haber recibido carta de Raúl. Querrá ahorrarse el mal rato de tener
que criticarme el cuento que le mandé.
Como
podrás comprobar no estoy en uno de mis mejores días. ¿Seguimos charlando en
otra oportunidad?
Te
quiere
Laura
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