18/8/79
BÁRBARA PENSANDO
Diez veces un
lustro. Cinco décadas. Media centena. L en romano. Divisible por uno, dos,
cinco, diez, veinticinco. Par. No escapes, Bárbara, jugando con las cifras. Si
te pesan como lustros, décadas y centenas. Todo junto. Cincuenta. Tantos. Por
dentro, mil más.
Se suman los
festejos (¿festejos?): retorno, cumpleaños. Cada vez te cuesta más mantener la
farsa. No hay lugar para respiros. Atención. Concentración. El más leve
descuido puede acarrear el desastre. Son las últimas armas. De afuera se
engañan. Regreso triunfante. Te miran, te admiran, lo sabés. Todavía te
encuentran extrañamente hermosa. Los cautivás. Todavía.
Qué fino el hilo
que te separa del ridículo. Tu talento para mantenerte en los límites compite
con el de tus pinceles. Cómo conocés el juego de sorprender por los casi.
Altiva hasta casi el desaire. Entonces, la frase amable. Un centímetro más de
pelo, medio gramo, un poco más de rouge y el ridículo. Pero no. Vos siempre
exótica. Inexplicablemente sensual. Hasta vos misma te sorprendés del poder de
tus casi.
Cómo te creen de
fuerte, de segura. Los engañás. En todo, no. Tenés talento no solo para la
farsa. También para el color, la forma. Es lo único que vos te creés de vos.
Del resto no sabés nada. Tanto tiempo viviéndote y no te sabés. Tu vida no es
una vida: es el producto de la suma de tus impulsos. Todas tus horas conjugadas
en presente. No hay planes ni reflexiones. Solo acción.
Sacudís la
cabeza para espantar los recuerdos. Siempre te da resultado. Pero hoy,
cincuenta, hoy no. Desfilan las trenzas, la maravilla de descubrirte en el
arte, la absurda adolescencia, todos tus cuadros, todos tus hombres, el hijo
que ¨No, Ricardo, mi vida es viaje, color¨. Él siempre ahí, con vos.
Contentándose con quererte. Tan fuerte y dándose entero. Valiendo tanto y
aguantando tanto. Extraña mezcla.
Qué duramente
cruel que fuiste. Porque te fuiste. Ese día conociste sus límites. Los que
creías inexistentes. Y no fue. Se permitió no ir. Pero vos igual partiste.
Bárbara es Bárbara. Sus leyes son otras (no, no las tiene).
Se suman los
años. Desde que te fuiste, diez. Claro que se vieron. Cuántas veces en cuántos
países. Y siempre el fuego inexplicable. Qué misterio. No lo encontraste en
nadie más, no te encontraste en nadie más. De los muchos.
Ahora el retorno.
Y tus ganas. Y él no. Sin violencia, sin odio, sin reproches. Solo sin ganas.
Quisieras creer que es venganza, rabia.
O sea, amor. Hasta tierno es en esa cama que te asfixia. No lo necesitás así.
No podés soportarlo. Eso quedó de la furia de vuestros combates. Él duerme
(¿duerme?) y vos huís, escapás de las sábanas tibias que te queman y buscás el
piso. Como si la tierra fuera antídoto de la angustia. Madera, pero tierra. Y
te sorprenden las mañanas.
Sigue la fiesta,
Bárbara. Todos te miran. Te admiran. Te envidian. Cómo los engañás. Atención.
Concentración. Se agotan tus fuerzas. Vienen las lágrimas. Cinco minutos más y
estás perdida.
Te escapás. La
calle. Caminar, caminar, libre. Nadie se dio cuenta. O sí. Solo Marcos. Te
respeta las primeras cuadras y luego se suman los pasos. No hay preguntas. Los
pasos llegan a la plaza. Un banco. Se abren las compuertas. Contás lo nunca
contado, lo nunca hablado, lo nunca pensado.
Marcos
escuchando. Dulce Marcos de ojos serios. Tan absurdamente joven. Tan lúcidamente
inteligente. Te escucha. Te observa.
Recién ahora
comprendés qué te atraía. El equilibrio. Eso que existe, Bárbara. Acá. Enfrente
tuyo. Las palabras que manan despacio. Los hilos que se juntan. De la causa, el
efecto. Marcos hablando. De a poco la luz. Causa y efecto. Objetivos. El arte.
Los otros. El amor. Los años. Increíble el cachito de paz en la plaza.
La posibilidad
de conocerse. Es magia. Conocerse en otro que analiza. Un cataclismo. Como el
día en que la nena que fuiste descubrió el lápiz. Otra vez conectarte con vos
misma. Marcos no te habla: habla de vos. Propone pautas.
A lo mejor es el
camino. Qué miedo. Qué aventura.
Te sugiere que
lo pienses. ¿Hasta mañana? Pensarlo, Bárbara, pensarlo. Hay tiempo.
Pensarlo.
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