lunes, 16 de marzo de 2015

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18/8/79
BÁRBARA PENSANDO

Diez veces un lustro. Cinco décadas. Media centena. L en romano. Divisible por uno, dos, cinco, diez, veinticinco. Par. No escapes, Bárbara, jugando con las cifras. Si te pesan como lustros, décadas y centenas. Todo junto. Cincuenta. Tantos. Por dentro, mil más.
Se suman los festejos (¿festejos?): retorno, cumpleaños. Cada vez te cuesta más mantener la farsa. No hay lugar para respiros. Atención. Concentración. El más leve descuido puede acarrear el desastre. Son las últimas armas. De afuera se engañan. Regreso triunfante. Te miran, te admiran, lo sabés. Todavía te encuentran extrañamente hermosa. Los cautivás. Todavía.
Qué fino el hilo que te separa del ridículo. Tu talento para mantenerte en los límites compite con el de tus pinceles. Cómo conocés el juego de sorprender por los casi. Altiva hasta casi el desaire. Entonces, la frase amable. Un centímetro más de pelo, medio gramo, un poco más de rouge y el ridículo. Pero no. Vos siempre exótica. Inexplicablemente sensual. Hasta vos misma te sorprendés del poder de tus casi.
Cómo te creen de fuerte, de segura. Los engañás. En todo, no. Tenés talento no solo para la farsa. También para el color, la forma. Es lo único que vos te creés de vos. Del resto no sabés nada. Tanto tiempo viviéndote y no te sabés. Tu vida no es una vida: es el producto de la suma de tus impulsos. Todas tus horas conjugadas en presente. No hay planes ni reflexiones. Solo acción.
Sacudís la cabeza para espantar los recuerdos. Siempre te da resultado. Pero hoy, cincuenta, hoy no. Desfilan las trenzas, la maravilla de descubrirte en el arte, la absurda adolescencia, todos tus cuadros, todos tus hombres, el hijo que ¨No, Ricardo, mi vida es viaje, color¨. Él siempre ahí, con vos. Contentándose con quererte. Tan fuerte y dándose entero. Valiendo tanto y aguantando tanto. Extraña mezcla.
Qué duramente cruel que fuiste. Porque te fuiste. Ese día conociste sus límites. Los que creías inexistentes. Y no fue. Se permitió no ir. Pero vos igual partiste. Bárbara es Bárbara. Sus leyes son otras (no, no las tiene).
Se suman los años. Desde que te fuiste, diez. Claro que se vieron. Cuántas veces en cuántos países. Y siempre el fuego inexplicable. Qué misterio. No lo encontraste en nadie más, no te encontraste en nadie más. De los muchos.
Ahora el retorno. Y tus ganas. Y él no. Sin violencia, sin odio, sin reproches. Solo sin ganas. Quisieras creer que es venganza,  rabia. O sea, amor. Hasta tierno es en esa cama que te asfixia. No lo necesitás así. No podés soportarlo. Eso quedó de la furia de vuestros combates. Él duerme (¿duerme?) y vos huís, escapás de las sábanas tibias que te queman y buscás el piso. Como si la tierra fuera antídoto de la angustia. Madera, pero tierra. Y te sorprenden las mañanas.
Sigue la fiesta, Bárbara. Todos te miran. Te admiran. Te envidian. Cómo los engañás. Atención. Concentración. Se agotan tus fuerzas. Vienen las lágrimas. Cinco minutos más y estás perdida.
Te escapás. La calle. Caminar, caminar, libre. Nadie se dio cuenta. O sí. Solo Marcos. Te respeta las primeras cuadras y luego se suman los pasos. No hay preguntas. Los pasos llegan a la plaza. Un banco. Se abren las compuertas. Contás lo nunca contado, lo nunca hablado, lo nunca pensado.
Marcos escuchando. Dulce Marcos de ojos serios. Tan absurdamente joven. Tan lúcidamente inteligente. Te escucha. Te observa.
Recién ahora comprendés qué te atraía. El equilibrio. Eso que existe, Bárbara. Acá. Enfrente tuyo. Las palabras que manan despacio. Los hilos que se juntan. De la causa, el efecto. Marcos hablando. De a poco la luz. Causa y efecto. Objetivos. El arte. Los otros. El amor. Los años. Increíble el cachito de paz en la plaza.
La posibilidad de conocerse. Es magia. Conocerse en otro que analiza. Un cataclismo. Como el día en que la nena que fuiste descubrió el lápiz. Otra vez conectarte con vos misma. Marcos no te habla: habla de vos. Propone pautas.
A lo mejor es el camino. Qué miedo. Qué aventura.
Te sugiere que lo pienses. ¿Hasta mañana? Pensarlo, Bárbara, pensarlo. Hay tiempo.

Pensarlo.

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