viernes, 13 de marzo de 2015

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15/8/79
REGRESO
Hay veces en que la noche es la única salida. Como esta.
Crece la angustia y, sin calle, amenaza destruirla. Escapa Bárbara atravesando más la pared que la puerta.
Y luego pasos y cuadras. Sin tiempo pero apurada. Toda la energía puesta en detener la angustia. No queda para pensar.
Entonces, el encuentro. En la esquina. Casi un choque. Es Marcos y es la vergüenza de verse reflejada en otros ojos, tan jóvenes. En consecuencia: doblemente vieja.
Una frase amable. No hay preguntas sobre espacios o tiempos. Él adivina la angustia. Sin previa propuesta se suman los pasos.
La plaza. Un banco esperándolos. La vergüenza se deshiela y las palabras ya no la obedecen. Se sueltan, se escapan. Le cuenta del viaje.  ¿Y él? Él acá, claro. Y ella, allá. Siendo siempre ella. Habla de su pintura. Su lucha.
Ahora, el retorno. Luego de los años, la cama. Se paga la ausencia. La mujer no existe. Es dulce la venganza. Qué peor que otro confirme lo sabido. Vieja y ridícula. Ni siquiera famosa. Escapar.
Marcos escucha. No se ríe. Ni se burla, ni sufre. Observa.
El equilibrio.
Eso que existe, Bárbara. Enfrente tuyo. Las palabras que manan despacio. Los hilos que se juntan. De la causa, el efecto. Marcos hablando. De a poco la luz. Causa y efecto. Objetivos. El arte. Los otros. El amor. Los años. Increíble el cachito de paz en la plaza.
Por un momento la desesperada ilusión del orden interno. Casi a mano. ¿Existe el conocerse?
La realidad que atrapa.
Él que se levanta.

Demasiado tarde, Bárbara.

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