14/6/79
Querida
Claudia:
He
llegado a la conclusión de que todo es una cuestión energética. Cuando uno está
cargado positivamente, las cosas negativas (en lugar de ser atraídas como las
leyes físicas indicarían) son repelidas. Con el mismo principio lo bueno tiende
a aproximarse. Bajo esta óptica tus noticias se explican a la perfección. Con
toda la polenta que te fuiste estabas destinada a que lo positivo se te acercara.
Me
llenó de alegría que tan rápido encontraras una compañía. Suficiente con
llamarla así por el momento. Y siguiendo con el tema de la energía contrariada,
los polos iguales se han atraído. Argentino. Será para que los cambios sean
menos bruscos. De todos modos, aunque cuando recibas estas líneas la relación
se haya diluido, cumplió su objetivo: ayudarte en los primeros tiempos, los más
difíciles. Ánimo y suerte. La merecés por valiente.
Yo
sigo disciplinada: no volví a llamar a Eduardo. Pero no hay nadie en el
panorama, elemento indispensable para que pueda resistir en mi heroica actitud
ahora que la novedad del departamento va pasando.
Hice
la fiesta de inauguración. Cuando hago algo, lo hago a lo grande. Preparé más
de cien panqueques, uno por uno, siguiendo las instrucciones de América. Me
salieron bastante bien para ser debutante. Los serví con pastas frías y
calientes y, de postre, con dulce de leche, frutas, crema y chocolate. Quedaron
todos encantados y yo exhausta. Pero contenta. Vinieron Adriana, Carmen, Alicia,
Mario, Susana y Carlos, Graciela y Edgardo con Patricia y Gloria y Marcelo con
Ezequiel. Todos preguntaron por vos y se alegraron con tus buenas nuevas.
Llegó
el esperado aumento: un veinte por ciento que me vino de perillas. Económica y
personalmente. Siempre hace bien sentirse reconocida.
Leo
muchísimo. Anoche terminé ¨La invitada¨, de Simone de Beauvoir. Estoy tan
sensibilizada que me meto entre las hojas, entre los personajes. Pero lo que
sufro o gozo con ellos termina cuando cierro el libro. Después recupero mis
propios conflictos que, al compararlos con los de ficción, suelen resultarme
más leves.
Ya
es tardísimo y mañana no tengo quien me levante. Solo el despertador, que
empieza a resultarme bastante anónimo. Mamá, a pesar de sus rezongos, siempre
tenía un café con leche listo para alcanzármelo a la cama.
Muchos
muchos besos
Laura
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