martes, 21 de abril de 2015

25

18/10/79
Claudia:
Al volver de la clínica encontré bajo la puerta un sobre. Me extrañó recibir de nuevo noticias tuyas. Cuando me agaché reconocí la letra: Raúl Correa. Se me paró el corazón. Pero lo tomé con tanta calma que preparé café antes de leerla. Para saborear juntos el café, la carta y la espera. Valió la pena, era una carta para disfrutarla. No sé cuántas veces la leí. Lo que tampoco sé es por qué necesito que vos leas estas cartas. No me ha pasado antes. Es todo tan irreal que preciso testigos. Testigos lejanos y queridos como vos.
¿Cómo explicarte lo que sentí al saber que ese cuento escrito cerrando los ojos (¿te acordás que te conté?) era uno de los más bellos que él había leído? ¿Cómo explicarte mi pánico al recibir la dirección de un editor? Yo que ya no soy capaz ni de agarrar un lápiz. Y mi orgullo a pesar de todo.
Crece mi confusión porque cuando leo sus cartas siento que podrían haber sido escritas por mí. Solo hubiera necesitado que él me dijera qué quería decir. Como antes. ¿O es que ahora él escribe lo que sabe que yo deseo oír?
Creo que me estoy volviendo un poco loca.
Chau, hermanita, no quiero seguir divagando.
Todos los besos.

                       Laura

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