lunes, 20 de abril de 2015

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7/10/79
Querida hermana:
Acabo de leer tu carta y todavía me dura la tristeza. Lo siento, Claudia, y vos sabés cuánto lo siento. Parece que nada debe ser fácil para nosotras. Y formar una pareja lo más difícil. Puedo decirte todo lo que vos me dirías si estuviera en tu caso. O sea, sola. Sola de hombre. También sé que lo que nos dicen sirve de muy poco. Lo más importante: te entiendo. Lo que ya aprendimos las dos: todo pasa.
Mi panorama sentimental sigue igual. Nada en el horizonte. Y lo que hasta ahora me supo a una linda calma ya empieza a inquietarme. No sirvo para estar sola. ¿Quién sirve para eso?
Una noticia: empecé a hacer régimen con un dietista. Sin pastillas, no te preocupes. O sea que, virtualmente, me muero de hambre. Pero lo soporto con estoicismo. En dos semanas bajé tres kilos Estoy contenta conmigo misma, lo que ya es bastante.
No sé nada de Eduardo. Te mentiría si te dijera que ya no lo recuerdo. Pero creo que me resigné a que no va a ser. A veces me muero de ganas de llamarlo. Hasta ahora logré controlarme. ¿Por cuánto tiempo? Estoy convencida de que lo único que borra a un hombre es otro hombre, así que será cuestión de ponernos en campaña, paralela y lejana, hermanita.
Estoy de lo más lectora. En este momento enfrascada con latinoamericanos. Entre manos ¨Conversación en la Catedral¨, de Vargas Llosa. Me maravilla el poder que tienen los libros para desconectarme de mí misma. Cuando estoy angustiada, pero mucho, lo único que me alivia es prenderme de lo que alguien escribió. La primera hoja debo leerla un par de veces para concentrarme pero cuando me quiero acordar estoy metida con los personajes viviendo sus problemas. O sea: olvidando los míos. Por un rato, por supuesto, pero qué saludable paréntesis. Hace unos días terminé ¨Las venas abiertas de América latina¨, de Galeano. Préstamo de Mario. Como de costumbre lo llevaba conmigo para leerlo si la densidad del colectivo de turno me lo permitía cuando me encontré con Edgardo. Lo menos que me dijo fue inconsciente. Parece que ya ni libros pueden llevarse por la calle. Creo que la gente está siendo presa de crisis paranoicas. O al menos prefiero pensar eso. Por las dudas, el libro ya no sale de casa.
Mamá no anda muy bien. Tuvo una bronquitis que la volteó bastante. Veré si esta semana la acompaño al médico, porque si no, no va. Me resisto a tener que cuidarla. Cuando uno empieza, ya no para. Es difícil ser hija única.
Bueno, hermana veré si como algo y si termino un informe para la clínica que, no podría ser de otra manera, vence mañana.
Besos mil.

               Laura

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