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TABLERO DE
AJEDREZ
Pablo juega a
que no le importa. O, por lo menos, a que no es tan grave. De a rato, a que ya
lo preveía. De a más, de a casi todos, a que es imposible. Y él, que no
acostumbra detenerse a analizar lo que piensa ni lo que siente, no puede menos
que percibir la suma, la confusión de ideas y de sensaciones desatadas en solo
un segundo. Ante la noticia. La madre contando. La madre llorando. Pablo
escuchando. Pablo sin llorar. No hay permiso. Y se pierden los detalles. Ante
las lágrimas de la madre. Ante su propia conmoción. Pablo conmocionado por su
propia conmoción. Sorpresa por la noticia. Sorpresa por sí mismo.
Ante la noticia.
Toda la vida de
Pablo fue un tablero de ajedrez. Él con todas las piezas. Del otro lado, una
sola. Un rey. Blanco. De su lado todos los movimientos desmañados, toda la
energía. El rey, inmóvil. Sin defenderse. Sin necesidad de defenderse. Una sola
mirada al peón que se acerca tratando de aparecer amenazante, una sola mirada
es más efectiva que el más defensivo enroque. El rey inmóvil. Burlándose de los
esfuerzos vecinos. Seguro. Inmutable. Helado.
Y Pablo
multiplicando sus logros, inventando recursos. Inútiles. Inútil el niño
cariñoso. El diez de la escuela. Ni siquiera los deportes ni las copas. Qué de
las copas del joven transpirado frente al atleta rey perfecto ganando sin
jugar. No, no era el camino. Tantos esfuerzos solo le valieron la incondicional
rendida madre. Pero el rey no. Camino equivocado. Jugada equivocada. Por las
buenas, no. No.
Después, todo.
Todo válido para sorprenderlo, para descolocarlo. Todo lo malo, todo lo sucio,
todo lo mezquino. Y lo peligroso. Nada. El rey firme. Imbatible. Tan seguro de
sus leyes. Las hazañas de Pablo reducidas ante un gesto severo pero sereno.
Ante la mirada acusadora y la falta de castigo. Hazañas reducidas a torpes
movimientos de cachorro que rompe para probar sus fuerzas. El rey, rey. Toda su
vida un tablero de ajedrez. Cada partida perdida de antemano. La furia de
Pablo. La impotencia de Pablo.
Y hoy, en un
segundo, la noticia. Como un golpe en el tablero. Un golpe en el tablero. Las
piezas volando.
Ante la noticia.
La madre llorando. La hermana llorando. Pablo sin llorar.
El rey ha
muerto. Y no hay rey puesto. Porque jamás habrá otro rey. Perdida la última
partida. Perdida, Pablo. Jaque. Jaque mate.
No hay rey.
No hay adversario.
No hay lucha.
Ahora, Pablo,
¿qué?
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