15/5/89
Claudia:
Muchas
modificaciones desde tu ausencia. Externas: Menem presidente. No es lo que
quería pero ya ni sé qué es lo bueno. Internas: necesito espacio propio. Es
como si estuvieran resucitando cosas mías aletargadas durante todos estos años.
Sentarme
a escribirte fue clave para mí. Como un reencuentro con la que yo había sido
cuando te escribía.
Siento
que necesito tiempo para pensar, para reflexionar. Para saber qué es lo que me
gusta de la vida que llevo y qué no.
Luego
de muchos años logré recuperar el recuerdo de mis estados de ánimo. Me apabulló
conectarme con tantos momentos de angustia, de inseguridad, de soledad. Me vino
bien. Uno tiende a desvalorizar el presente. Lo que se tiene, por el solo hecho
de tenerlo, pierde importancia, se considera natural. Tuve la noción de qué no
hubiera dado en la época de nuestras cartas por tener lo que tengo ahora. Me
avergoncé al instante de mis momentos de fastidio, de mis rabietas con los
chicos, de mis exigencias con Luis. Mi merecido castigo era perderlos. Perder
esta suerte de armonía que a veces me sabe a rutina pero que me brinda
seguridad, calor.
Fue
un sacudón. ¿Qué era lo que me faltaba para estar contenta? Siempre recuerdo lo
que me dijo Graciela cuando le comenté poco después de nacer Paula que tenía
ganas de tener otro bebé: ¨Me parece que tenés un agujero que no se llena con
hijos, ¿por qué no intentás con otra cosa?¨. Me reí y le dije que probaría con
perros. Pero la frase me conmocionó.
Esa
es la sensación. Hay algo en danza que se me escapa. En este momento de mi
vida, problemas económicos aparte, podría decirte que todo anda bien. Los
chicos sanos; con Luis, diez puntos. Hasta mi nuevo trabajo empieza a
interesarme. No sé, estoy tratando de contactarme con mis sensaciones, con mis
sentimientos. Veremos si lo logro.
Chau,
hermana. La realidad me demanda: Paula se despertó de la siesta.
Laura
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