1989
20/4/89
Querida
Claudia:
Cuando
me senté frente a la máquina sentí que no tendría fuerzas. Hace años que ya no
consigo ni escribir una carta. Me abrumó pensar que de nuevo será esta la forma
de comunicarnos. Supongo que apelaré al teléfono, es como si ya no tuviera
paciencia para detenerme a decidir qué decirte, qué contarte. Ni tiempo. A
pesar de que me recluí para intentar estas líneas, desde que empecé los chicos
ya irrumpieron en mi refugio media docena de veces.
Cuánto
hace que no me concedía un ratito para estar conmigo misma, única forma de
poder estar con vos.
Recibí
tu carta y me alegro de que conserves energía suficiente para acordarte de mí,
de todos nosotros. Me alivia saberlos ya instalados y que las nenas se hayan
adaptado medianamente bien.
Los
extraño. A los cuatro pero, para serte sincera, vos sos la principal
destinataria de mi nostalgia.
Desde
que te fuiste pocas novedades. La situación económica cada vez peor. Anoche
charlaba con Luis sobre el sentido o no de resistir en este país. Supongo que
tu partida tiene bastante que ver con el planteo pero, por primera vez en todos
estos años de repetidas dificultades, nos sentamos a considerar la idea de
irnos. Contame cómo encontraste todo por allí, qué posibilidades ves para
nosotros.
Los
chicos preguntan por ustedes. María ya me dio un dibujito que quiere que les
envíe. Están fatales. Hay momentos en
que siento que he llegado al límite de mi paciencia, de mi amor, en que
dudo del sentido de la vida que elegí. Por suerte existe la noche. En cuanto
los veo dormidos, destapados, despatarrados, se cargan nuevamente mis pilas y
amanezco con fuerzas para cambiar pañales, para sonar mocos y llevarlos a la
escuela. Paula se largó a caminar. Parece que estaba esperando que te fueras
para decidirse. Único sobrino del que te perdés los primeros pasos. En cuanto
me distraigo Federico la empuja. Después lloran los dos: una por la caída, otro
por el chirlo. En fin, tenés bastante experiencia en el asunto.
Claudia:
la situación es insostenible. Creo que se están matando. Ya son demasiados para
mamá, a pesar de toda su buena voluntad. Iré antes de quedarme sin madre y sin
hijos.
Montones
de besos.
Laura
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