16/9/82
Querida
Claudia:
Cuando
las cosas empiezan a salir bien parece que son contagiosas. Recibí tu carta.
Hoy fui al Registro Civil. Reservé turno para el 7 de octubre a las 10 horas.
Te dejo tiempo para ordenar el equipaje y todo. Estoy un poco asustada porque
son demasiadas cosas lindas: el bebé, tu regreso, el casamiento, vos testigo.
Que siga la racha.
Luis
está bastante mejor. Ayer me acompañó al médico, por iniciativa suya. Escuchamos
juntos los latidos y sentí que pudimos compartirlos. Cuando salimos fuimos a
tomar un café. Allí, por primera vez, me dijo que le parecía que iba a ser una
nena. Yo le contesté que presentía un varón. Comentó que en realidad le daba lo
mismo, que no tenía preferencias. Te cuento de esta pequeña charla porque,
aunque no puedas creerlo, casi no podemos hablar del bebé. Todavía hay una
barrera entre nosotros. Yo sigo teniendo miedo de que en cualquier momento se
raye y largue todo por la borda. Siempre desconfío de mi buena suerte.
Estoy
pensando que probablemente esta sea mi última carta. Y, extrañamente, me da
cierta tristeza pensarlo. Escribirte forma parte de lo que es mi vida. Se
constituyó un hábito que, a pesar de ello, nunca fue rutina. Cuando uno charla
habla de todo, de temas importantes y de cuánto cuesta la carne. Comunicarse
por escrito es totalmente diferente. Sin que uno se lo proponga conscientemente
las cosas adquieren su verdadera jerarquía. Raramente se cuenta lo que no nos
conmueve, lo que no nos modifica. ¿Existirá una suerte de censura interna que
rastrea lo esencial y aparta la anécdota superflua? Tendremos que retomar el
diálogo. Menuda tarea nos espera.
Ya
hice los trámites que me encargaste. Ningún inconveniente. Todo listo para
recibirlos. Espero noticias tuyas con los últimos detalles.
Te
espero ansiosa.
Laura
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