viernes, 23 de octubre de 2015

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3/8/89

PARA LUIS, DESPUÉS DE TANTOS AÑOS SIN LETRAS

Luis,
es madrugada y dormís.
Despierta, a tu lado,
intento
sofocar los ruidos de mi insomnio.
Descubrir su causa.
Y sí,
hoy fue una tarde de recuerdos.
De zambullirse en cartas,
                          en fotos,
en todo el arsenal
atestiguante
de estos casi diez años
nuestros
de convivencia.
Volcánicos los primeros tres,
tibios los restantes.

Dormís.
Duermen.
Y yo
me siento responsable
del pasado
del presente y
del futuro
de todos.
Del pasado
que labré
contra tu voluntad
y con tu ayuda.
Del presente
tan poblado de hijos
que dan y
que quitan
que consumen
la infinita energía
que ellos mismos generan.
Del futuro
que,
pese a mis inextinguibles dudas,
confío
seguiremos proyectando en común.

Todos duermen
y el silencio
(casi inverosímil bajo nuestro techo)
me impone
el balance.

(Qué tengo,
qué me sobra
qué me falta)

¿Qué tengo?
Todo lo que soñé
que
redescubro cada día
es tan distinto
de como supuse que sería.
Y vaya si soñé
con estos tres pares de manitos
pródigas de caricias
insaciables
arrasadoras de lo propio y lo ajeno.
Tomando lo que necesitan
despojándonos
de la serenidad
     el silencio
     el tiempo.
Ante quienes defender
la vida de a dos
la vida de a uno
es una empresa
casi perdida de antemano.
Están aquí
están allá
se cuelan en cuanto resquicio
encuentran en nuestras fronteras.
Yo los soñé.
Yo los busqué
(más con tu asentimiento
que con tus ganas).
Juntos los padecemos.
Juntos los gozamos.
Y no me imaginé gritándoles
pero tampoco imaginé
esta sensación de ser otro
                       de ser en otro,
el regocijo de descubrir con ellos,
                                       a través de ellos
nuevamente el mundo;
el dolor de anticiparme a sus dolores
sin poder evitarlos.
Y nunca imaginé tu descontrol
ante la férrea voluntad
con que defienden sus deseos
pero tampoco pude imaginar
tu inacabable derroche de ternura,
tu inagotable darte a vos mismo
en cada vaso de agua
con que, sin fastidio,
interrumpís tus noches.

Y aquí estamos
los dos
sobrellevando
el común esfuerzo
de mantener esta casa
que tanto nos exige
pero que quisimos brindarles.
Y la suben y la bajan,
la inventan,
la disfrutan.
Dejando un tendal a su paso:
autitos en la escalera
libros en la terraza
arena en el baño
migas en la cama.
Y aunque protestemos
es un placer
sentir que la poblaron
que la colman
con sus gritos
con sus risas
con sus infaltables amigos.

Mis chicos.
Mi casa.
Y sigue el balance:
vos.
Y soy sincera:
me felicito por haberte elegido
                   por haberte conseguido
                   por haberte retenido.
Por supuesto que tenés lo tuyo
y me crispan
tus frecuentes malhumores
que tires los papeles en el piso
que eternamente llegues tarde.
Sobre todo
me molesta
(me duele)
tu aislamiento
que, sin embargo, no coarta
mi propia posibilidad de contactarme.
Respetás mi libertad, mis decisiones,
incondicionalmente.

¿Qué me sobra?
Rutinas.
Obligaciones.

¿Qué me falta?
Tiempo.
Tiempo para mí.
Para sondearme.
Para perderlo.
Tiempo
como el de este insomnio
que me permite descubrir
que soy más feliz de lo que pienso
y que,
lo que me falta
lo que necesito
está a mi alcance.
Soy yo la responsable
de procurármelo,
de inventarlo.
Tiempo.
Y reintentar

poblarlo de letras.

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